El pasado jueves visitó Elche Esteban González Pons, viceportavoz o subportavoz o infraportavoz del PP estatal. Resulta un honor para la ciudad que un figura como éste que nunca viene a Elche -dicen que la última vez que se le vio por aquí fue en vísperas de la adjudicación de la televisiones locales por parte del gobierno valenciano del que formaba parte- ni jamás se preocupó por lo que aquí pasara, acudiera a la ciudad en día de fiesta, en el día del padre, realizando sin duda un grande esfuerzo con el que nos honra.
El pasado jueves visitó Elche Esteban González Pons, viceportavoz o subportavoz o infraportavoz del PP estatal. Resulta un honor para la ciudad que un figura como éste que nunca viene a Elche -dicen que la última vez que se le vio por aquí fue en vísperas de la adjudicación de la televisiones locales por parte del gobierno valenciano del que formaba parte- ni jamás se preocupó por lo que aquí pasara, acudiera a la ciudad en día de fiesta, en el día del padre, realizando sin duda un grande esfuerzo con el que nos honra. ¿Y para qué vino? ¿Quizás para interesarse por las consecuencias de la crisis en la ciudad? ¿Tal vez por las preocupantes cifras del paro local? ¿Para ver si su partido puede hacer algo para remediarlo? No. Evidentemente, no. Vino a cumplir su papel en el plan rescate de Camps. Y su papel era proporcionar una dimensión nacional al tema de las facturas del Ayuntamiento de Elche. Elevar de nivel el caso local. Hinchar el globo ilicitano para que tape las vergüenzas del fango valenciano. Osada estrategia la de Pons. Y muy meritoria. Nunca un episodio tan menor fue elegido para aspirar a una relevancia tan mayor. La parábola del parto de los montes al revés. Forzar como sea la posibilidad de que esta vez sea el ratón quien consiga parir una montaña.Pues ya que el diputado Pons nos ha hecho el honor, habrá que convenir con él en que sí, que el episodio de las facturas del Ayuntamiento de Elche es, efectivamente, de todo punto reprobable. Queda ahora por ver si se trata de un hecho intencionado o de un error y un fallo de los controles internos como arguyen los responsables. Esto es lo que se verá en el juzgado las próximas semanas. O los próximos años, según se acostumbra. Y allí está el tema porque allí lo llevó el PP local. Era su legítimo derecho. Tenía otras opciones, pero eligió esa. Y ahora debe ser coherente. Lo que significa dejar que la justicia haga su trabajo. No realizar un juicio paralelo. No interpretar a su antojo los pasos procesales. Ni traducir al juez. ¿Alguien se lo cree?Pero, de igual forma, habría que recordar al portavoz Pons que el gobierno local convocó inmediatamente una comisión de hacienda y puso a disposición de los distintos grupos municipales la documentación administrativa. Que ha aprobado la realización de una auditoría sobre las cuentas municipales. Que esta actitud contrasta extraordinariamente con la mostrada por su partido que se viene negando sistemáticamente a entregar documento alguno a la oposición relativo al descomunal escándalo en que se halla inmerso el presidente de la Generalitat y varios consellers. Sin embargo, cabe reconocer y valorar la muy ardua tarea que se le ha encomendado al esforzado Pons. Difícil empeño. Porque hay una diferencia esencial entre el caso ilicitano y el valenciano. Sea cual sea el sesgo final, el de Elche es un episodio singular. Estamos ante un hecho que se agota en sí mismo. El caso valenciano, sin embargo, tiene ramificaciones muy tupidas. Los trajes de Camps no se agotan en sí mismos. Son un simple epifenómeno cosido al chaleco -con perdón- de una trama de dimensiones todavía hoy difíciles de evaluar. Una trama corrompida y corruptora. Una hidra que se ha ido nutriendo de contratos, recalificaciones, adjudicaciones, enriquecimiento obsceno. Todo ello en el más deleznable estilo del ejercicio del poder.Agradecemos a don Esteban su visita. Incluso, resultó conmovedor su lamento por la ciudad, que quedaba ahora, en su opinión, sumida en la zozobra. Pero se queda uno aquí con la duda de si habrá venido a solidarizarse con la ciudad por la situación en que se encuentra o a agravar la situación misma. Las buenas gentes de esta tierra digerirían muy mal que hubiese venido a magnificar los pecados de esta ciudad con la insana intención de ocultar el fango en que está sumido alguien en Valencia.Y, encima, el día de fallas. No cabe peor gusto.
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